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Afrodita desenmascarada, un feminismo liberal

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La peripecia de la mujer en la rueda de la fortuna del mito parece estar condenada a un papel tan vicario como visceral. Literalmente. Eva brotó de una costilla de Adán y Afrodita emergió del mar al que habían arrojado los genitales castrados de su padre Urano. Y sin embargo, la diosa griega del amor representa el poder de las mujeres, la gestión libérrima de la propia sexualidad y encarna, al tiempo, las tres piedras de toque que dan cuenta del machismo y el feminismo: el sexo, la fecundidad y el poder, ocultas, eso sí, tras infinitas máscaras. Es hora de librarse de ellas.

orque para la economista María Blanco, las máscaras con las que se cubre Afrodita en el siglo XXI son todas aquellas excusas y mentiras políticas que impiden a las mujeres tomar las riendas de sus vidas sin culpar a los hombres o mendigar la ayuda del Estado. Tal autoemancipación es la que defiende en su último libro, ‘Afrodita desenmascarada’ (Planeta Deusto, 2017), un ensayo condensado y combatiente en el que explica, discute y defiende las condiciones de posibilidad de un feminismo liberal que encuentre su espacio a la contra tanto de la izquierda empoderada como de la derecha más carca.

¿Feminismo liberal? Cuando nos encontramos con María Blanco en la Universidad San Pablo CEU de Madrid en la que es profesora de Historia Económica y le preguntamos si es consciente de que a mucha gente lo de «feminismo liberal» le parecerá tan incompatible como a Groucho Marx la expresión «inteligencia militar», ella se ríe. «¡Por eso he publicado este libro! En Estados Unidos nadie se sorprendería porque sus primeras feministas del XIX eran libertarias, pero no libertarias anticapitalistas, en el sentido europeo, sino libertarias partidarias del capitalismo. Por una razón: además de acceso a la educación y derecho a voto aquellas feministas reclamaban derecho a la propiedad, esto es, poder tener una cuenta corriente, una casa en propiedad, acciones, firmar contratos, emprender… Porque en el pasado una de las puntas de lanza de la dominación sobre determinados grupos como las mujeres, los judíos o los negros, era desproveerles del derecho a la propiedad privada porque supone un incentivo para acceder a la prosperidad«.

PREGUNTA. Si he entendido bien, “desenmascarar a Afrodita” pasa por demostrar que la liberación de la mujer depende solo de ella misma y de su propio poder, sin victimización, sin complejo, sin invocaciones al Estado.

RESPUESTA. Tenemos que despojarnos de los tabúes. El recurso habitual al Estado procede de un enorme complejo psicológico que tenemos las mujeres. Por ejemplo, quien tiene complejo de tener la nariz grande… pues igual tiene la nariz grande pero es la importancia que le da a lo que no es más que un rasgo físico lo que le coloca en un plano inferior. Igual nos ocurre a las mujeres cuando el complejo nos impide vernos con todo nuestro potencial y no nos sintamos capaces de tantas cosas. Y que caigamos en el camino fácil de pedir ayuda al Estado.

P. Pero aquí veo un primer problema. Mientras existan estados, y parece que durarán aún una buena temporada, ¿por qué no utilizarlos como palanca para obtener más libertad? ¿La encomiable decisión liberal de evitar la coacción hipotética no permite que sigan funcionando otro sinfín de coacciones sociales reales?

R. Ese es el meollo del asunto. El Estado debe cumplir con su responsabilidad subsidiaria y velar porque todos, independientemente de nuestro estatus, cumplamos la ley. ¿Podemos utilizar el estado como palanca? Sí, claro, pero no es eso lo que pasa. Ahora mismo lo que ocurre es que la clase política que ocupa las instituciones estatales está utilizando a los mujeres. Los políticos utilizan vilmente a las mujeres. Y las mujeres debemos ser conscientes de que estamos manipuladas por grupos de interés que nos tratan como si fuéramos imbéciles con banderas como el feminismo, el socialismo, el buenismo…

P. El colectivismo socialista lo fía todo a la comunidad, el liberalismo, al individuo. ¿No pecan ambas opciones igualmente de utópicas al obviar una naturaleza humana compleja que no funciona solo en blanco y negro?

R. No. La clave no es elegir entre individuo o colectivo, la clave es la no coacción. En la defensa de la libertad de la mujer hay que trabajar en equipo. La libertad individual es la libertad con la que cada cual establece sus fines y los equipos con los que trabajará para lograrlos. No somos ficus. No es que los individualistas no creamos en las comunidades, en lo que creemos es en atribuir la responsabilidad individual a quien corresponde. Cada mujer es responsable de su propia dignidad.

P. Vayamos a los casos prácticos. Escribe que la violencia de género en España está exagerada con intención de crear alarma. No sé si es cierto pero, si fuera así, ¿no podría ser mejor la hipersensibilización ante un problema tan grave que lo contrario?

R. Yo creo que no porque a lo largo del tiempo no ha disminuido la violencia contra la mujer. No hay que quitarle importancia, con una sola mujer asesinada me vale. Lo que digo es que ponemos el foco en la violencia contra las mujeres y no prestamos atención a que tal vez lo que estemos haciendo mal sea una mala gestión de una agresividad en general que se manifiesta también hacia los niños, hacia los ancianos, hacia nosotros mismos. Hay que plantearlo de otra manera.

La mujer sí es agresiva y violenta, no con el hombre, pero sí con el niño o el anciano. Pero la culpa la tiene siempre el hombre

P. Sí, pero no solo las teóricas feministas afirman que la violencia de género se ejerce contra la mujer por el hecho de serlo. Psicólogos evolutivos y neurocientíficos han creído detectar lo mismo, que los hombres matan a las mujeres por ser mujeres, por razones ancladas en nuestra historia biológica, en la inversión parental o en el hecho de que los hombres nunca saben con seguridad si su descendencia es suya y eso hace activa unos celos especialmente agresivos.

R. Eso es un tema que habría que investigar, sin duda, pero lo que no me parece bien es culpar al hombre por el hecho de ser hombre. Hay que diferenciar entre las tendencias que observamos en la parte de nuestro cerebro de reptil y establecer causas y efectos directos, que eso te convierta en culpable. Podemos tener una tendencia a la violencia, a matar, pero, de hecho, la mayor parte de la gente no lo hace. También podríamos encontrar motivos biológicos para que las mujeres maten, por ejemplo, porque somos manipuladoras hasta el punto de llegar a volveros locos para reteneros y que no os vayáis con otra. La mujer también es agresiva y violenta y tal vez no ejerza la violencia contra el hombre pero sí contra el niño o el anciano. Y sin embargo adjudicamos la culpa al hombre.

P. Al igual que encuadra la llamada violencia de género en el ámbito superior de la violencia en general, hace lo mismo con la discriminación en el trabajo. Afirma que el llamado techo de cristal tiene más que ver con la desconfianza de la mujer hacía sí misma y que las cuotas de género y las listas cremallera, además de inmorales, son inútiles.

R. Tengo que confesarle que esa parte la escribí con el pulso temblando porque no lo tenía nada claro. Podemos analizar cuándo sí funcionan las listas cremallera y cuándo no, en qué casos sí y cuáles no. En principio yo soy contraria a la coacción y forzar a un empresario o a un partido político a que tenga tantos hombres y tantas mujeres no me parece bien. Cuando escuchas a grandes directivas como la directora de Facebook acerca de por qué no hay más mujeres en puestos directivos lo primero que te dice es «no te quedes en un rincón y siéntate en la mesa, levanta la mano y haz preguntas. Si quieres ser igual, actúa como igual». Pero es cierto que culturalmente se duda más de la mujer, salvo, por cierto, en las empresas familiares.

P. Voy a intentar ponerle un ejemplo. Desde que las mujeres pudieron acceder libremente a la universidad y a oficios que les estaban vedados, se ha comprobado que superan proporcionalmente a los hombres. Cada vez hay más médicas, ingenieras, etc. ¿Podrían ser las cuotas una manera de romper el control de unas jerarquías mayoritariamente masculinas que vetan la ascensión de sus compañeras porque saben que llevan las de perder?

R. Ese sería un objetivo loable pero lo que se ha comprobado es que no siempre se beneficia a la mujer más preparada o se utiliza la cuota para ascender a la mujer que está de tu parte y el sistema de cuotas se envilece. Por otro lado basta para que la mujer lo haga mal para que alguien diga: «¡Claro, como es mujer!» No siempre se cumplen los objetivos así que analicemos cuándo y de qué manera pueden ser útiles las cuotas. Los empresarios no son imbéciles y si ven que hay una mujer capaz de hacerles ganar dinero, ¿cree que por el hecho de ser mujer la van a dejar de lado?.

P. Pero la afirmación de la economía clásica de que nos comportamos racionalmente ya fue cuestionada hace años por todo tipo de estudios: en realidad parece que actuamos movidos por multitud de sesgos irracionales. Quiero decir, ese empresario puede darse cuenta de la competencia de la mujer y aún así preferir a su igual masculino.

R. Sí pero esos estudios también descubrieron que los sesgos se pueden romper. Y para romperlos hay que desmentirlos. Incluso aquel que tiene la cabeza más dura y responde al peor de los estereotipos, puede cambiar. Fíjese en ‘Gran Torino’, de Clint Eastwood, basta con tener vecinos asiáticos para que tus prejuicios se desmoronen. Y ahí a las mujeres nos da miedo a romper por nosotras mismos esos estereotipos y pedimos ayuda a quien no nos la puede dar.

P. Y sin embargo siempre me sorprende encontrarme con autodenominados liberales que defienden a un tiempo el capitalismo sin trabas y un cerrado conservadurismo social que carga contra el feminismo, el aborto, los derechos homosexuales y, contra su bestia negra preferida, el supuesto marxismo cultural.

R. Jaja, sí, sí, de eso nos acusan a Juan Ramón Rallo y a mí, de «marxistas culturales».

Si defiendes la parte económica del liberalismo pero no la social, solo eres un carca que quieres que te bajen los impuestos

P. ¿El liberal que solo lo es en lo económico es un liberal de pega?

R. A mí me cuesta mucho emitir juicios de valor, cada uno es dueño de sus etiquetas y a veces te adjudican etiquetas que no te corresponden como que me tachen a mí, que soy antimarxista, de marxista cultural. Es para morirse de risa. Me da exactamente igual, unos me etiquetan de ultraderechista y otros de marxista cultural así que algo estaré haciendo bien. La coherencia es otra cosa. El pensamiento liberal y libertario es algo abstracto que no tiene la culpa de que cualquiera se adscriba a él. En Estados Unidos existió una banda de ultraderechistas que asesinaba médicos que hacían abortos en nombre de la religión católica. ¡Y la religión católica no tiene la culpa de ello! Yo no soy nadie para decir quién es liberal y quién no lo es pero sí voy a denunciar sus ideas, sí voy a decirle «tú defiendes la parte económica pero no la social porque eres un conservador así que revisa tu coherencia interna. Porque igual solo eres un carca que quieres que te bajen los impuestos».

P. ¿Es por ejemplo contradictorio estar a favor de la prostitución y la maternidad subrogada y a la vez en contra del aborto? Libertarios que según creo estimas como Ayn Rand o Murray Rothbard eran firmes partidarios del aborto.

R. Rand y Rothbard me gustan con reparos.También hay libertarios que piensan lo contrario y, por ejemplo, una cosa es estar en contra de que se penalice la prostitución y otra estar a favor de ella. El aborto es un tema muy polémico entre los propios libertarios. El pensamiento libertario defiende la vida, la propiedad y los contratos pero, ¿cuándo empieza la vida humana? No está claro.

P. Pero, si no está claro ¿lo mejor sería no legislar al respecto?

R. Eso es exactamente lo que pienso yo. Lo mejor en el asunto del aborto es intentar que no pase y, si pasa, que se produzca de la manera más segura posible.

P. Es inevitable preguntarle por Barbijaputa a quien dedica varias páginas finales del libro. Escribe que su visión y la de otras como ella es la de una supremacista hembrista odia-hombres.

R. Yo creo que Barbijaputa tiene buenas intenciones pero que su enfoque está equivocado. Es muy difícil que llegue a dialogar con alguien como yo. Es una tuitstar en un pedestal que piensa poseer la verdad absoluta y que no tiene por qué discutir contigo. Parece que lee mucho pero, claro, si todos los libros que leen tiene el mismo sesgo…