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Al liberalismo por el arte

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Yvon Grenier, Del arte a la política / Octavio Paz y la búsqueda de la libertad, México, Fondo de Cultura Económica, 2004, 207 pp.

Por su naturaleza, propósitos e instrumentos, el arte y la política son dos esferas muy distintas, cuya interrelación resulta compleja y conflictiva. Tanto la politización del arte (el realismo socialista, por ejemplo) como la estetización de la política (el nazismo) han sido experimentos ominosos, y la participación del artista en la vida pública requiere de una serie de cuidadosas mediaciones. Octavio Paz fue uno de los artistas del siglo pasado que, de manera más decidida, intentó reivindicar y ejercer las facultades de la crítica y la imaginación literaria en el ámbito social. Precisamente, el libro del politólogo canadiense Yvon Grenier Del arte a la política / Octavio Paz y la búsqueda de la libertad es una documentada disquisición sobre el pensamiento político de Paz y las herencias que encarna. Grenier se propone explorar el «sincretismo» y las tensiones del pensamiento político de Paz y, con ello, sustraer la discusión de la querella de coyuntura y encontrar una raíz que contribuya a entender la lógica y consistencia de una trayectoria. Para ello Grenier traza un fresco de historia de las ideas, informado y animado a la vez, que aborda la función del artista en la vida moderna; las principales tradiciones y arquetipos que han marcado sus actitudes públicas y, por supuesto, las circunstancias y posiciones de Paz.
Según Grenier, Paz abreva de dos fuentes que en ocasiones se cruzan, pero que a menudo fluyen separadas y a veces en direcciones contrarias: el romanticismo y el liberalismo. Estas dos inspiraciones generan, en Paz, un temperamento intelectual complejo en el que se superponen la pasión y la razón, el idealismo y el pragmatismo, el ánimo de cambio social y el respeto a la tradición, la imaginación poética y la prudencia política. Como señala Grenier, si el liberalismo es una tendencia multiforme que, sin embargo, confluye en el respeto a un conjunto de libertades y garantías legales y democráticas, el romanticismo es un ideario expansivo y vitalista, que surge como una respuesta a la Ilustración y lucha contra los constreñimientos de la razón, la fragmentación social y la alienación del individuo. En particular, el romanticismo eleva la esfera del arte sobre el resto de las actividades humanas y concibe lo artístico como el medio de reintegración de la totalidad del hombre, escindido por la sociedad moderna. El artista, en consecuencia, constituye una especie de profeta que, por sus cualidades de percepción visionaria, afán de absoluto y desinterés por lo material, es dueño de una visión más aguda que el resto de los individuos. Ya sea en la vanguardia estética, ya sea al servicio de la revolución, el artista interpreta y orienta las aspiraciones de la sociedad y puede ejercer una misión pública de primera importancia.
En opinión de Grenier, tanto por la circunstancia histórica (una etapa pos-revolucionaria de forja de la nación, el concepto en boga de un cambio social encabezado por la avanzada intelectual) como por su filiación estética (el romanticismo inglés y alemán, las vanguardias), Paz responde en muchos momentos de su periplo intelectual a esta visión del artista. Para Grenier, Paz fue un romántico que se orientó paulatinamente al liberalismo. Sin embargo, si Paz abandonó su deslumbramiento juvenil por la revolución política, conservó siempre el ideal de una revolución estética y moral y, por eso, acepta la sociedad liberal con un sentimiento de escepticismo que, aunque la admite como el modo menos malo de convivencia, advierte sus trampas y su vacío ontológico. De este modo, si en los temperamentos románticos, sugiere Grenier, han germinado muchos de los adversarios del liberalismo y la democracia, el instinto libertario de Paz contribuyó a que su crítica de la modernidad fuera constructiva, como puede observarse en su rechazo a la violencia, su apuesta por la gradualidad y su reticencia ante las modas nihilistas. Tal vez, sugiere Grenier, la clave de esta índole de crítica consiste en que Paz no llega al liberalismo por la política, sino por el arte, y es ese afán o instinto libertario del artista el que, más allá de lo controvertido que hayan resultado algunas de sus decisiones y posiciones, se revela en el conjunto de su itinerario. Porque el romanticismo es una nostalgia de la totalidad, pero también una exaltación de la libertad, imposible de entenderse sin el individualismo democrático.
Tan sólido como emocionante, el retrato intelectual de Grenier denota seriedad, minucia y capacidad de síntesis; aunque tal vez su rasgo más destacado sea ese tono conciliatorio entre disciplinas donde suelen privar los malentendidos y desconfianza mutua. Así, Grenier aborda un ideario de origen artístico desde un enfoque sistemático de las ciencias sociales para compaginar dos formas muy distintas de discurso y, con una mezcla de reserva profesional y admiración crítica, explora, en una trayectoria paradigmática de las vicisitudes intelectuales del siglo xx, los límites y posibilidades de diálogo entre la imaginación literaria y la esfera política. –

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