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¿Todos detrás de Evópoli?

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Por Antonio Correa

Así como las sociedades tienen los gobernantes que se merecen, podemos decir que los sectores políticos también van generando liderazgos –personales o colectivos– correlativos a sus momentos. No es de extrañar, por tanto, que en un sector donde por años se apeló a la idea de autonomía individual, al mismo tiempo –y sin intento de armonizar con ideas que suponían grandes limitaciones a esa autonomía– se fuera incubando un proyecto como de Evópoli. Hay un gran mérito en constituir un partido y hacerlo crecer, porque nada es automático, pero aún hay –al menos– dos desafíos si lo que se pretende es hacerlo perdurar en el tiempo.

El primero es que la referencia desnuda de mayor sustancia y complejidad a la idea de libertad –o liberalismo– es insuficiente para configurar una acción política. Varias voces ya han recordado que son muchas –y muy diferentes en grado– las corrientes liberales por lo que se hace necesaria mayor especificación al invocar el término. Ahonda este problema el que no parezcan advertir las tensiones que genera una aplicación no mediada de la autonomía absoluta, lo que podría a la larga pasarle la cuenta. Por ejemplo, en Evópoli pareciera aspirarse por la igualdad de oportunidades y cierta distribución de la riqueza, pero el solo hecho de nombrar dichas ideas no borra la dificultad que plantea generar escenarios de igualdad inicial (¿es posible?) o de mayor igualdad económica, sin intervenir la autonomía y libertad de muchos ciudadanos. Hasta hoy, esos problemas parecen ser obviados.

El segundo desafío es político y es quizás un problema general de todos los nuevos movimientos. Evópoli ha pretendido que todo el conglomerado (Chile Vamos) deba compartir sus ideas, denunciando aquí y allá cuando alguno no lo hace.  Las coaliciones políticas –o sea agrupaciones de más de un partido– suponen ciertas diferencias más o menos importantes, y su sobrevivencia estriba en la capacidad para administrarlas al tiempo que se las valora en alguna medida. Por algo se trabaja bajo un mismo paragua y no desde la vereda contraria. Pero la actitud del partido de Felipe Kast transmite señales confusas: se define esencialmente desde dicha coalición, pero muestra incomodidad permanente –a ratos incluso con su gobierno– y no ceja en su afán de confrontación interna.

Un ejemplo parecido es lo que ocurre con el Frente Amplio y sus críticas a la (ex) Nueva Mayoría: van más allá de lo que puede soportar la affectio societatis política. Precisamente por eso los jóvenes del Frente Amplio no han buscado formar parte de ella. ¿Tiene Evópoli diferencias esenciales con su coalición? ¿Es la distancia con la UDI –quizás con su presidenta– de la hondura de la que separa a socios de adversarios?

Pero quizás lo más complejo es que el afán de conquista “ideológica” del conglomerado ha sido ratificado por políticos de otros partidos –y del gobierno– que se han sumado sin más a esta nueva ola de los tiempos. Pero su miopía no les deja ver la orfandad en que dejan amplios sectores de Chile Vamos que no se definen como liberales –conservadores y socialcristianos, por nombrar algunos–. A unos los obligan a crear su propia casa, al ya haber tornado la propia tienda en irreconocible; a otros, los entregan en las manos de movimientos que surgen más allá de la propia coalición. Así, el desafío no es sólo la sostenibilidad de Evópoli en el tiempo, sino que también la de la coalición misma: debe equilibrar la carga interna y al mismo tiempo evitar las fugaz, si se quiere flotar hasta buen puerto.

 

Fuente: https://www.radioagricultura.cl/opinion/2018/05/09/todos-detras-de-evopoli.html