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El problema de la libertad y el liberalismo

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En esta comunicación quiero exponer una problemática que a mi juicio afecta el corazón del liberalismo actual y que ha sido dejada de lado o pasada por alto por la mayoría de quienes a sí mismos se definen como liberales. Por lo cual, se produciría una inconsistencia en el discurso liberal, inconsistencia que arrastraría una problemática conceptual e ideológica que el citado movimiento no ha resuelto.

Además de lo expuesto se analizará la cuestión buscando dar una respuesta al citado problema. Esta respuesta es una solución que emerge desde un nuevo paradigma tanto epistemológico como ideológico. Esta respuesta señala que la libertad tal como se ha entendido es una mera ilusión y lo que realmente existe es una independencia epistémica de la cual gozan organismos con un sistema nervioso central avanzado y que poseen un determinado avance civilizatorio. Nuestra respuesta es materialista, sistemista y emergentista.

Sostengo que un movimiento que se haga llamar liberal y que no haya explorado las problemáticas semánticas de la palabra que origina el término señalado, está en grave peligro de ser atacada de inconsistencia o superficialidad, debido a no abordar una problemática central en el desarrollo semántico del término, el cual arrastra otras consideraciones epistemológicas y políticas.

Mi critica se dirige a la falta de discusión sobre el problema de la libertad dentro del mundo liberal, recordemos que el problema se hizo célebre por las observaciones kantianas al problema de la libertad, en el cual Kant, señala la dificultad de compatibilizar un mundo natural -causado por las leyes naturales- y un mundo donde el hombre se supone un ser libre y con libertad de acción sobre sus actos morales, lo cual – a juicio de Kant- sería incompatible con la idea de un mundo ordenado y causado de antemano por las leyes naturales. La libertad pasa a ser entonces un problema complejo ya que no encuentra un sustrato ontológico en un mundo determinado por las leyes naturales. Kant fue consciente de esta dificultad y tratará de resolverla, debemos recordar que para Kant, la libertad era una figura necesaria para la existencia de la moralidad.

Entrando en terreno, debemos señalar que para el liberalismo la libertad ha sido un concepto clave, sino el más relevante para justificar su existencia y su ideario teórico e ideológico. Para los liberales la búsqueda y respeto por la libertad se transformó en un valor en sí mismo. Sería difícil entender el liberalismo sin hacer referencia a la idea de libertad, pero aún – a nuestro juicio – más relevante sería tener una justificación de su existencia y naturaleza. Ya que de no existir o no tener claridad respecto a ella, el discurso liberal – en todas sus facetas – se hace superfluo y débil frente a otras ideologías que parecen tener una conceptualización más clara de los términos referenciales o primarios sobre los cuales se levanta su terminología conceptual e ideológica. Pienso en el marxismo, y sus derivados, donde términos poseen una aparente facilidad para ser expuestos, pienso en la idea de comunidad, sociedad, colectivo, etc.

Un liberal que no sepa o no haya pensado nunca sobre el término libertad, o no tenga claridad sobre qué referencia tiene este término, parece no haber tocado el núcleo de sus creencias. Planteamos en este ensayo la necesidad de levantar una conceptualización clara y consistente respecto a este concepto, lo hacemos motivados por razones teóricas, como también ideológicas, ya que el autor de este documento se siente cercano, sino parte, del mundo liberal y en particular el liberalismo igualitario.

Para partir la conceptualización sobre la idea de libertad, debo señalar en primer lugar, que ella debe reposar sus bases sobre la ciencia y no sobre la metafísica especulativa, con ello quiero decir que las bases del concepto deben estar ligadas al mundo de las ciencias sociales o al análisis conceptual filosófico que a una mera especulación filosófica y metafísica, por este último término me estoy refiriendo a una visión poco clara, especulativa y paradójica de enfrentar la realidad. Por ahora no entraremos más en esta problemática, por razones de espacio y tiempo, pero en su debido instante será retomada.

Cuando señalo que el concepto de libertad debe emerger desde las ciencias sociales y/o desde el análisis filosófico lingüístico, me refiero a que no debe reposar sobre la metafísica religiosa en la cual ha descansado en nuestros días. El análisis lingüístico cambió el siglo XX y considero que su influencia no ha llegado hasta el seno de la familia liberal, ni ha tocado su principal concepto que es el de libertad. La filosofía lingüística se caracteriza por modificar la forma de concebir los problemas filosóficos. Tradicionales problemas como el alma, la vida después de la muerte, la esencial, la sustancia, etc., han dado paso a nuevas conceptualizaciones donde la filosofía ya no puede caminar por sí sola sin poner atención a las ciencias. Ciencias tanto naturales, como sociales, han experimentado un auge y espectacular crecimiento y complejización desde el siglo XX, la primera comenzó su camino mucho antes, pero por preocupaciones de los investigadores y de su objeto de estudio, no por “superioridad” ni otra razón oscura como pensó el fisicalismo. Hoy tanto ciencias naturales como sociales están en constante evolución y reevaluación de sus terminologías, es por ello, que el liberalismo debe echar mano a ellas para poder refrescar el concepto de libertad que se encuentra empantanado en la metafísica religiosa y no ha dado ningún paso adelante.

Cuando hablo de metafísica religiosa me refiero a la filosofía y conceptualización que dan vida a la idea de libertad y dan sentido a su uso en siglos anteriores. Estoy de acuerdo con Wittgenstein en que el significado no es la referencia de un término, sino su uso y el llamado de este escrito es a usar de un modo distinto el termino libertad, ya que una reflexión sobre ella y una nueva conceptualización, darán luces a una nueva forma de enfrentar el accionar tanto teórico como ideológico del liberalismo. Considero que el liberalismo se ha quedado empantanado -desde el punto de vista teórico- porque no ha logrado dar una nueva visión y uso del término libertad, de allí la excesiva y falaz confianza de los grupos neoliberales al pensar que la mera libertad económica traerá “progreso” social y cultural a cualquier sociedad, ello supone que consideran a la libertad no como algo que emerja de un contexto determinado, sino como una característica que siempre está presente y que basta con crear libertad económica para que surjan las demás libertades.

Creo que la base religiosa del concepto de libertad crea puentes entre el liberalismo y el conservadurismo, lo cual se ha reflejado en el casi símil que pareciera existir entre liberalismo y derecha1. Donde conservadores en lo moral, político y cultural conviven con liberales en lo económicos. Grupos estos últimos que pueden ser considerados como neoliberales, pero que siguiendo las ideas de Agustín Squella, son más bien un liberalismo mutilado2. Recordemos que el conservadurismo va entrelazado con una visión metafísica y religiosa del mundo, recordemos que el catolicismo es muy fuerte en estos grupos. Esta alianza conservadora y liberal en lo económico, garantizaría y conservaría la hegemonía social de estos grupos, frenando todos los intentos de producir una modificación a la estructuración social. Recordemos que el conservadurismo mira con malos ojos los cambios, ya que considera que el mundo actual, es el mejor mundo posible dado por Dios, resultando cualquier modificación a esta estructuración como antinatural. Es por ello que debe mirarse con atención y reestudiarse el siglo XIX chileno en función de figuras como por ejemplo, Bilbao y Arcos, quienes promovieron una transformación estructural de la sociedad y no meros cambios cosméticos al estatus quo, lo cual los hace figuras auténticamente liberales y no defensores del estatus quo, como hoy parece haberse enfrascado el neoliberalismo. Pensemos un momento en la figura del presidente Balmaceda y el contraste con la dictadura de Pinochet y las reformas introducidas por los Chicago Boys en los años ochenta. Balmaceda nos aparece como un estadista liberal, republicano y consiente de un proyecto país que era necesario llevar a cabo, mientras que en las reformas de los años ochenta, no encontramos más que la búsqueda de un desmantelamiento constante del Estado y sus instituciones, al menos de las que promovían un rol activo y directivo a lo público, lo estatal y lo republicano en materia de desarrollo país.

Retomando nuestro tema central, creo crucial estudiar y clarificar el rol de la alianza entre liberalismo económico y catolicismo en el caso chileno, ya que esta unión ha “secuestrado” el concepto de liberalismo y ha dado paso a confundir a liberales con neoliberales, siendo éstos el resultado de la fusión conservadora y liberal solamente en lo económico. Aunque hay que sumar una minúscula porción de simpatizantes de un liberalismo en lo cultural, pero con un extremismo en materias de liberalización económica, olvidando el concepto de proyecto país, cambio estructural y el sentido republicano que deben tener las instituciones. Pienso en los pequeños grupos que en Chile se denominan a sí mismos como libertarios.

Planteamos esta problemática porque creemos que la concepción ontológica que se tenga del concepto de libertad influencia la concepción de liberad que tengan los distintos grupos liberales, y a su vez condiciona su teorizar ideológico. Consideramos que la naturaleza del concepto libertad debe ser estudiado a fondo y redefinido en función de los nuevos avances filosóficos y científicos, ello nos dará una visión actualizada del concepto y lo refrescará, lo cual debería provocar un resurgimiento del liberalismo como opción política de cambio y transformación social.

El concepto de liberad ha estado así como el liberalismo capturado por el conservadurismo católico, de allí que la idea de libertad que estos grupos mantienen la hace diferir de una concepción científica y sistémica. Estos grupos conciben a la liberad como voluntad, como una especie de impulso interno de los sujetos que no está condicionada por factores sociales o ambientales y se desprende o está emparentada con el concepto de alma. La cual sería independiente del mundo mecánico y natural. Esta noción hace pensar que los sujetos son autónomos de su entorno y pueden responder sólo apelando a su fuero interno, no siendo el entorno o contexto un determinante en las acciones de los sujetos. Esta noción de la liberad, está asociada además a consideraciones éticas, ya que si el hombre respondiera mecánicamente al mundo natural, no cabría espacio para la responsabilidad moral, lo cual supone un peligro para la ética o más bien, para el juicio condenatorio de los moralistas.

Esta noción de la liberad, se transforma en la creencia de que los sujetos son libres para ser lo que quieran en sus vidas y que pueden pese a los condicionamientos sociales desarrollar lo que ellos quieran, de cierta forma este es la utopía del mundo neoliberal, para el cual las condicionantes sociales no son relevantes y un modelo de economía abierto, ofrecería las virtudes de hacer que cada sujeto construya el modelo de vida que quiera y por ende, es responsable de él. Será culpable por tanto, si no es capaz de emprender y “triunfar” en este mundo de la liberad, donde no existen las condicionantes sociales y los sujetos son totalmente libres de construir su propio bienestar. Coincidentemente los grupos neoliberales que conciben a la libertad como una condición innegable de lo humano, suelen pensar que todos los sujetos son iguales en esta propiedad de ser libres y que como tales son dignos. La libertad entonces, toma un carácter ontológico ligado a creencias religiosas. Esta noción de libertad, suele unirse con la noción de libertad negativa de Isaiah Berlin, la cual se interpreta como la constante ausencia del Estado de la vida social e individual de los sujetos. Para el caso de este articulo, no entraremos en la discusión de Berlin respecto a la libertad, ya que nos parece que no logra contemplar la noción ontológica que buscamos establecer del concepto libertad.

Nuestro concepto de liberad, hace referencia a que su naturaleza –si es que la posee- no es una esencia que pueda ser determinada de forma estricta, creemos que este es el primer punto que debemos señalar, es imposible poder entregar una definición del concepto de libertad, apelando a ella como si fuera una esencia. Mas bien, creemos que es un rotulo lingüístico para dar sentido a la noción de movimiento y autoderterminación en el mundo natural. Su consideración debe nacer de la conceptualización alusiva a la realidad natural, ya que un error – a nuestro juicio – es pensar que la libertad es una propiedad exclusivamente humana, ello se debe al paradigma antropocéntrico que ha cruzado la historia humana y que recién en el siglo XX, se ha cuestionado de forma profunda. La libertad sería entonces una propiedad emergente y creciente de determinados organismos para poder intervenir en el entorno y para el caso humano, crear un universo cultural que de nuevos sentidos a la existencia humana. Señalo “sentido de la existencia humana”, entendiendo por ella, la capacidad de crear nuevos conceptos y realidades, tanto materiales como conceptuales. La libertad, se presenta como una propiedad que poseen organizaciones con sistema nervioso complejo y que logran utilizar el medio natural de diversas formas para logran interactuar en él. Por ello que existen grados de liberad que se dan dependiendo del estadio evolutivo de los organismos. En esta lógica, existiría un grado de liberad en los primates superiores, los cuales pueden crear y usar herramientas, propiedad que no poseen otros animales o que si la poseen, no han sido estudiados en profundidad. Para el caso del hombre, la libertad engloba una complejidad mayor y muy superior en evolución a la de los primates superiores, ya que el hombre en su proceso de hominización y creación cultural ha creado un universo altamente simbólico, que escapa a las consideraciones de los primates más complejos desde el punto de vista evolutivo.

Lo crucial de este concepto de libertad, es que va unido a un contexto biológico. El cerebro humano por su evolución ha sido capaz de crear una compleja red simbológica que llamamos cultura, pero ella no ha sido creada por alguna cualidad exclusiva o esencial de lo humano, sino que por un mero proceso evolutivo de nuestra especie el cual permitió primero un dominio del entorno natural y luego la complejización de ello, llevó al hombre a vivir en sociedad. Hoy en día por tanto, en el estadio evolutivo de nuestra sociedad, la cultura se ha transformado en una complejización del mundo natural en la cual vive el hombre y necesita de ella para poder vivir. La libertad o autonomía del ser humano se da siempre y cuando existan las condiciones materiales y culturales para su realización, de allí que lleguemos a la consideración de que la libertad tal como se ha entendido no logra dar cuenta del complejo camino que ha atravesado el hombre para considerarse libre. El hombre cuando se considera “libre”, generalmente es inconsciente de las bases sociales y culturales que sostienen este concepto e idea. No da cuenta que es una propiedad emergente que surge del entorno. Utilizo el concepto de propiedad emergente y el emergentismo de propiedades haciendo uso de la influencia de Mario Bunge, quién ha dado una nueva interpretación a la problemática de la emergencia de la mente desde el cerebro. Lo que se busca bosquejar acá, es que la libertad es una idea que el hombre posee, pero ella emerge desde un contexto social y cultural. Así como ha emergido desde un determinado contexto biológico. Si trasladamos esta idea a las tesis de Berlin, podremos justificar la existencia de la libertad positiva como una emergencia que se da en determinados contextos. Ello arrastra la idea de que la sociedad necesita de instituciones y un régimen político que sea capaz de dar a todos los miembros de la comunidad grados mínimos de posibilidad para la emergencia de la libertad y podamos en realidad considerarnos libres y no de la forma esencialista como el conservadurismo y el neoliberalismo lo ha entendido. Por ello, las tesis de John Rawls cobran mayor importancia, en especial su tesis sobre las garantías mínimas que debe construir una sociedad para dar justicia a sus ciudadanos.

Podemos platear entonces que el problema de la determinación del concepto libertad, es gravitante para el accionar de un conglomerado político, no es un aspecto superfluo ni irrelevante, ya que una visión naturalista de la libertad – como la que hemos expuesto – logra dar cabida a un liberalismo de corte igualitario, el cual plantea la importancia del Estado y sus instituciones para lograr no sólo otorgar libertad negativa a los ciudadanos, sino que busca establecer los mínimos sociales necesarios para que emerja la autonomía de los sujetos y éstos pueda construir el plan de vida que deseen, siempre y cuando no interfieran en el plan de vida de los demás sujetos. Este último punto ha sido criticado por los neoliberales, quienes plantean que al existir determinadas exigencias del Estado, esto implicaría frenar los proyectos de vida de los demás en pos de cumplir estos objetivos sociales; generalmente señalan esto en relación con los impuestos, ya que consideran que ello es un robo y es quitar injustamente dinero que menoscaba el plan de vida de los sujetos a quienes se les exige tributar más. Creemos que esto corresponde a una falsa creencia y una confusión respecto al rol de los impuestos en la sociedad, ya que ellos funcionan más bien como un sistema interconectado, donde un impuesto a pesar que diga que es para determinado fin, termina tributando para el conjunto de las acciones que realiza el Estado. Los impuestos son necesarios para funciones tan vitales de la economía como son la justicia y la seguridad, ya que consideramos que sin ellas la sociedad podría caer en el caos. Pero desde un punto de vista liberal igualitario, consideramos que ello no es lo único que se hace necesario para dar estabilidad a la sociedad sino que además se hace necesario contar con pisos mínimos de proyección para los sujetos para que puedan efectivamente usar su autonomía – libertad – para construir su plan de vida. Existe por tanto una diferencia significativa entre un paradigma de libertad que considera a ésta como algo dependiente de la voluntad de los sujetos a otra que depende de las condiciones materiales y sociales de vida. Esta última es concebible con la figura del liberalismo igualitario, mientras que la primera con un neoliberalismo o capitalismo extremo.

Para concluir debemos señalar que debe ser la ciencia y la filosofía en su labor de análisis de categorías, las que deben señalarnos las respuestas frente a un problema tan capital como la libertad y de la cual la filosofía política y la ciencia política deben hacer uso para fundamentar un concepto de libertad acorde con los nuevos tiempos y que sea acorde con una visión sistémica, natural y científica del mundo. Gracias a ella, podremos tener una noción nueva y fresca sobre la libertad, lo cual provocará que los distintos movimientos liberales puedan teorizar sobre una base moderna y actualizada respecto al citado concepto y no meras especulaciones de la mano de la metafísica religiosa.

Dejando atrás el voluntarismo, tal vez se nos acuse que hemos eliminado el concepto de libertad, pero ello no nos debe amedrentar, al revés nos debe plantear un nuevo escenario para una ideología política que plantea a la libertad como el centro de su teorizar. Tal vez el término sea modificado por la expresión “autonomía”, pero para efectos prácticos esta autonomía no es contradictoria con señalar a la libertad como una propiedad emergente y no como un mero acto voluntario.

1 Pienso en particular en el caso chileno entre la alianza conservadora liberal, que se comienza a forjar desde mitad del siglo XX y se consolida con los dos partidos más relevantes luego del retorno a la democracia, los cuales son Unión Demócrata Independiente y Renovación Nacional.

2 Mutilado en el sentido de sólo promover un liberalismo en lo económico.

Por: Felipe Poblete Garrido