Inicio Voces Preguntas al liberalismo moderno

Preguntas al liberalismo moderno

5760
0
Compartir

El impulso original de la tradición liberal, que se encuentra en el pensamiento de Locke y Kant, es la noción de la soberanía moral de cada individuo. Lo anterior supone limitar los modos a través de los cuales el Estado puede restringir legítimamente la libertad de los individuos, aun cuando se le debe otorgar el monopolio de la fuerza para así responder a los intereses colectivos de esas personas y mantener la paz entre ellas.

1) ¿Qué es el liberalismo?

La coyuntura política en Chile ha reflejado una nueva oportunidad para el liberalismo. El fin del sistema binominal, la facilidad para crear partidos y la falta de programas liberales ha mostrado la importancia de esta corriente filosófico-política.

En momentos en que tanto la democracia liberal como el mercado han perdido legitimidad en la población, producto del laissez faire que se introdujo desde 1980, se hace necesario un liberalismo demócrata en Chile, el cual logre volver a establecer las banderas de una sociedad abierta.

Ante la necesidad de dar respuestas desde esta óptica a nivel político, me he aventurado a escribir 40 preguntas y respuestas simples sobre el liberalismo demócrata y lo que promueve.

En esta columna –la primera de muchas– pretendo responder la más básica de todas: ¿qué es el liberalismo? Una vez que entendamos esto, avanzaremos a las razones por las que creo que a Chile no le sirve cualquier liberalismo, sino un liberalismo demócrata.

El liberalismo es una corriente filosófica, económica y política que promueve las libertades civiles, la libertad económica y se opone a cualquier forma de despotismo. Constituye la corriente en la que se fundamentan tanto el Estado de derecho, como la democracia representativa y la división de poderes. El liberalismo busca la pluralización del poder en distintas dimensiones, entendiendo esto como la existencia de diferentes espacios de poder y no la concentración de éste.

Estos tres elementos –la oposición a cualquier despotismo, la pluralización del poder y la multiplicidad de fines humanos– son eco de la búsqueda de “la independencia frente a los poderes heredados, léase religiosos, políticos y culturales” (Fernando Longas, 2005; 12).

El impulso original de la tradición liberal, que se encuentra en el pensamiento de Locke y Kant, es la noción de la soberanía moral de cada individuo. Lo anterior supone limitar los modos a través de los cuales el Estado puede restringir legítimamente la libertad de los individuos, aun cuando se le debe otorgar el monopolio de la fuerza para así responder a los intereses colectivos de esas personas y mantener la paz entre ellas. La libertad de culto, expresión, asociación y manejo de la vida privada, así como el uso de la propiedad privada, forman el núcleo de las libertades que se deben proteger.

El otro poderoso impulso moral del liberalismo es la hostilidad hacia la imposición por parte del Estado de desigualdades de status, lo que nos lleva a su punto de origen con la protección de la libertad, ya que ambas significan la eliminación de la esclavitud, la servidumbre y el sistema de castas. Pero la oposición a la desigualdad se extiende gradualmente a exigencias más positivas, tales como igualdad de derechos de ciudadanía para todos los grupos, sufragio universal, derecho a ejercer un cargo, la abolición de la autoridad política hereditaria: en suma, a la igualdad política y jurídica como característica general de las instituciones públicas (Nigel, 2003).

El liberalismo busca, como menciona Longas, “dar respuestas a la necesidad propia de los seres humanos que es el alcanzar, en el trance de su educación y posterior vida profesional, la ansiada realización personal” (Longas, 2005; 12). Esto se entiende como el objetivo de la formación del sujeto que ha de llegar a sentirse satisfecho de sí mismo y de su individual manera de alcanzar el éxito y ligada a la auto-realización.

En momentos en que las reformas están a la orden del día, y la crisis de representación política está en su mayor apogeo, se hace necesario aterrizar la intelectualidad liberal para poder conformar una opción atractiva.

El liberalismo es una corriente amplia donde caben diferentes interpretaciones, pero si queremos lograr un espacio donde el liberalismo reformista encuentre su lugar se hace necesario entender la base de éste.

El liberalismo, sea cual sea su corriente es aquel que  (…) “reconoce el hecho de que los fines humanos son múltiples, no todos ellos conmensurables y están en perpetua rivalidad entre ellos” (Berlín, 1974,81), sin embargo no podemos dejarnos engañar. Hoy la realidad necesita un liberalismo capaz de entender los cambios necesarios para lograr la legitimación de los mecanismos que protegen las libertades, como son la democracia y el mercado. Y ese camino solo es posible con un liberalismo demócrata, un liberalismo moderno, laico y que no tiene miedo a la palabra reformista. Un liberalismo sin miedo y con ambición. Un liberalismo que explicaremos en una próxima ocasión.