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Ayer, hoy, y mañana: Populismo versus Liberalismo

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Por Eduardo del Buey.

El 14 de noviembre la facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad del Valle de México en Mérida me invito a dar una conferencia magistral sobre el populismo que aquí se reproduce:

“El líder autócrata populista casi siempre llega al poder a través de las urnas. Así fue el caso de Hitler, Chávez, Putin y otros. Pero desde que llegan al poder, debilitan las instituciones democráticas y concentran el poder en sus propias manos. Los jueces y los parlamentarios son comprados o despedidos, el público engañado con promesas falsas, y los servicios de seguridad manejados por sus seguidores.

Con los jueces ahora en su bolsillo, los Demócratas divididos y sin líder ni mensaje contundente, Trump podría ganar las elecciones del 2020 a pesar de todo lo que se sabe de su corrupción y su falta de sentido democrático o decencia básica.
La gran diferencia entre líderes populistas y líderes populares es que líderes como Lula, Nelson Mandela y José Mujica supieron cuando llegar al poder y cuando dejar el poder – respetando las normas democráticas y buscando fortalecer las instituciones fundamentales de la democracia en vez de debilitarlas.

El populista autócrata depende de la ingenuidad de los electores para llegar a sus metas. Una vez que las logra, consolida el poder en sus manos con el beneplácito de los que creen que él es el único que puede salvar a la nación.
Así, por fin, como dice Guillermo Sheridan, “el Mesías y el César son ya el mismo”.

Pippa Norris, profesora de gobierno y relaciones internacionales de la Universidad de Sydney en Australia, considera que el crecimiento populista de ahora es un movimiento de resistencia en contra de los cambios sociales fomentados por el desplazamiento hacia el liberalismo. Los matrimonios “gay”, el aborto, los ataques hacia la moralidad convencional en el cine y la música moderna, y otros cambios, les hacen sentir marginados a muchos en su propio país. Es decir, como una reacción contra valores que amenazan a derrocar los valores predominantes previos.

Por otro lado, Michael Cox, profesor de relaciones internacionales en la London School of Economics, concluye que la raíz del crecimiento del populismo actual está situada en un gran sentimiento de impotencia, “la impotencia de ciudadanos ordinarios enfrentándose a grandes cambios ocurriendo a su alrededor; pero también la impotencia de líderes y políticos occidentales que aparentan no tener soluciones a las numerosas dificultades a los que ahora se enfrenta el occidente.” Argumenta que, ciudadanos comunes, al ser enfrentados por esta impotencia, sienten que no tienen control y manifiestan este miedo respaldando a partidos populistas que prometen restaurar ese control, aunque su meta actual es de concentrar aquel control en sus propias manos y, de preferencia, para siempre.

¿Podemos vencer al populismo iliberal que parece estar invadiendo al mundo en este siglo?

¿Puede ganar el liberalismo democrático?

En su libro The People vs. Democracy, el profesor Yascha Mounk define la democracia liberal como “un sistema político que es liberal y democrático – uno que protege los derechos del individuo y hace de las preocupaciones populares políticas públicas”.

Los liberales tienen que formular mensajes basados en la verdad pero que a la vez conecten con los electores. Tienen que encontrar la manera de traducir políticas complicadas a frases sencillas e interesantes para que los electores menos sofisticados los entiendan y acepten.

¿Como explicar la globalización de una manera que sea entendida y aceptada? Explicando que en un mundo en el cual las epidemias cruzan las fronteras nacionales sin piedad, en el cual los capitales fluyen de un mercado a otro en micro-segundos, en el cual el aire y las aguas contaminadas se meten por todos lados, el nacionalismo decimonónico predicado por los populistas iliberales carece de sentido común.

Y esta es la herramienta potencialmente más poderosa en el arsenal de los liberales – traducir el sentido común a un lenguaje que conecte con el elector que se siente marginado. Marginado de las Naciones Unidas con su Consejo de Seguridad incapaz de resolver los retos que resultan en millones de muertos por años, que crean las grandes migraciones de refugiados. Marginados del ALENA que les ha costado los empleos a muchos ciudadanos en Canadá, Estados Unidos, y México. Marginados de la Unión Europea que ven con angustia los millones de refugiados musulmanes que parecen invadir sus territorios sin su aval.

Todos estos problemas requieren de instituciones globales competentes para manejarlas.

Veremos en la Asamblea General Modelo como funciona, o no funciona, el Consejo de Seguridad. Como los mensajes de un Consejo impotente puede encontrar su contrapeso en instituciones de la ONU que si producen buenos resultados – la Organización Mundial de la Salud, la UNICEF, la PNUD, el Programa Mundial de la Alimentación, la OACI, y la oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA)”.

Fuente: La Jornada Maya