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MATRIMONIO IGUALITARIO

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Uno de los mayores triunfos de los derechos civiles de las últimas décadas ocurrió el año 2015 cuando la Corte Suprema de Estados Unidos falló que la garantía constitucional que resguarda la igualdad ante la ley implica que los Estados no pueden prohibir los matrimonios de personas del mismo sexo.

“Igual dignidad” fue la frase más recurrente en el fallo redactado por el juez Anthony Kennedy quien, a pesar de ser de ideología conservadora, concurrió con su voto otorgando la mayoría necesaria. El argumento es tan humano que emociona, establece que “sería un error concluir que estos hombres y mujeres le faltan el respeto al matrimonio. Al revés, lo respetan tanto que en él buscan su realización como personas. Su esperanza es no ser condenados a la soledad; no ser excluidos de una de las instituciones más antiguas de la civilización. Exigen igual dignidad a los ojos de la ley y la Constitución les otorga ese derecho.”

Decir que todas las personas tenemos igual dignidad es fácil, pero es en la diversidad cuando los discursos se ponen a prueba. Hoy se volverá a poner en tabla la discusión del proyecto de matrimonio igualitario presentado por Michelle Bachelet a fines de su mandato.

En Ciudadanos no solo valoramos la iniciativa parlamentaria, sino que además nos cuesta entender una respuesta en el sentido de que el tema no es prioridad. ¿Cómo no va a ser prioritario en una sociedad democrática ser reconocidos con igual dignidad en la diversidad?

No basta con decirle a otro que nadie lo discrimina porque en su intimidad puede amar a quien quiera, porque el derecho a amar no es digno si sólo lo restringimos a la esfera privada, si lo marginamos del legítimo reconocimiento que brinda el matrimonio, o cualquier institución pública que esta fuera. En otras palabras, si un tipo de amor no puede acceder a una institución que es pública, en los hechos, estamos diciendo que ese amor no es digno de ser legitimado y que, por tanto, la persona que lo siente tampoco lo es.

La validación personal, esa esfera de amor propio, en donde yo me valido, se completa con la validación de los demás, por eso carecer de la esfera en donde cabe el reconocimiento público merma la dignidad de las personas.

Por otra parte, hoy en día en que cada vez menos personas están dispuestas a asumir el compromiso que implica el matrimonio, es todavía más cuestionable que excluyamos a los que sí quieren hacerlo basados en argumentos inexplicablemente discriminatorios.

Al respecto, el aludido fallo norteamericano refuerza y engrandece la institución en desuso, estableciendo que «Ninguna unión es más profunda que la del matrimonio porque es la representación de los más altos ideales de amor, fidelidad, sacrificio y familia. En matrimonio, dos personas se convierten en algo más grande de lo que una vez fueron…” Por eso, las personas del mismo sexo que hoy luchan por tener acceso a la institución, la respetan tanto que no están dispuestos a quedar marginadas.

Espero que como sociedad estemos a la altura de los tiempos, dejemos los perjuicios atrás, y que de una vez por todas entendamos que elegir a quien amar no es sólo un tema de libertad, sino que también lo es de dignidad.

Ignacia Gómez – Presidenta del Partido Ciudadanos