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De El príncipe al liberalismo

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Maquiavelo es un personaje esencial de la teoría política moderna, a pesar de que su obra, en algún sentido, haya sido malentendida. El príncipe es el primer ensayo de ciencia política de la edad moderna, en ese documento el autor se presenta como un agudo y profuso historiador político que reflexiona a partir de su experiencia, que presta atención a la verdad de los hechos. Quizá la parte más álgida y polémica de su trabajo intelectual tenga que ver con la relación que establece entre moral y política. Para algunos intelectuales (por ejemplo Sartori), el florentino plantea, sin tapujos, que la política no obedece a la moral; por su parte, Maurizio Viroli, asegura: “Maquiavelo simplemente observa que hay circunstancias excepcionales en las que los príncipes pueden verse obligados a ser traicioneros, crueles, infieles… El objetivo de El príncipe era motivar, educar e inspirar a un redentor de Italia, un político capaz de hacer grandes cosas”.

El contexto personal en el que Maquiavelo escribió su obra muestra su carácter y contenido ético. En 1513 fue un hombre desempleado (su obra la escribió entre agosto y diciembre de ese año), que ha perdido su posición social, su prestigio, su esposa Marietta y sus cinco hijos están al borde de la desesperación. Aquí se puede establecer una línea de similitud con la familia de Karl Marx, donde su esposa Johanna Bertha Julie, Jenny, fue una importante y vital interlocutora del economista, ese mismo papel desempeñó Marietta. En medio de esa adversidad, el politólogo señaló la importancia de vincular libertad política, virtud cívica y religión. “Para Maquiavelo era imposible que un pueblo alcanzara la libertad si sus ciudadanos no practicaban la virtud cívica, es decir, oponerse a la corrupción, servir al bien común, resistir a los intentos de ciudadanos poderosos por establecer la tiranía” (Viroli). Frente a ese politólogo, Isaiah Berlin afirma que al establecer una separación entre moral y política, Maquiavelo creó una doble vía “y sentó las bases de un liberalismo… habría sido, sin pretenderlo, uno de los fundadores del pluralismo” (Berlín).

Es importante seguir reflexionando sobre El príncipe porque es un documento que habla de las acciones políticas para reformar un orden político existente, necesario “para liberar a un pueblo de la opresión, la corrupción o, incluso, el totalitarismo” (Viroli). La política debe ser ética, nunca la barbarie, como la documentada por National Security Archive, the Guatemalan Military: “A mediados de febrero de 1982, el Ejército guatemalteco aumentó sus fuerzas existentes en el centro del departamento del Quiché y lanzó una operación de arrasamiento en el Triángulo Ixil. Los oficiales al mando de las unidades implicadas han recibido instrucciones de destruir todos los pueblos y aldeas que colaboren con el Ejército guerrillero de los pobres y eliminar toda fuente de resistencia. Varias aldeas han sido totalmente quemadas. Comentario: cuando una patrulla del Ejército encuentra resistencia y es objeto de fuego desde un pueblo o aldea, se presume que toda la población es hostil y luego se la destruye. Hay cientos, posiblemente miles, de refugiados en las montañas sin casas adonde regresar. El alto mando del Ejército está sumamente complacido con los resultados iniciales de la operación de arrasamiento. Hasta el momento, el Ejército no ha encontrado ninguna fuerza guerrillera importante en el área”. De la virtud cívica de Maquiavelo se traza la ruta para que Tocqueville delinee los contornos de la democracia como una sociedad caracterizada por la igualdad de condiciones y preponderantemente guiada por un –espíritu igualitario–, pero es sobre todo Bryce, quien mejor concibe la democracia como un ethos, como un modo de vivir y convivir y por lo tanto como una condición general de la sociedad. En Maquiavelo encontramos un hombre intenso dotado de muchos espíritus, todos conducen a la civilidad. Es hora de entender a Maquiavelo.

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