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[Opinión] Trudeau, rehén de la híper correción política

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La absurda situación es el resultado de vivir en la disparatada época de la híper corrección, en la que el futuro de una carrera profesional de valía demostrada se ve truncada por una anécdota del pasado mientras puede salir indemne de un delito cometido en el presente

La tormenta política se ha desatado en Canadá a un mes de la celebración de las elecciones generales. En el ojo del huracán lucha por sobrevivir, otra vez, el primer ministro. Justin Trudeau ha visto cómo en cuatro años su labrada popularidad ha ido consumiéndose por los escándalos que lo han salpicado. Algunos, directamente vinculados a su mandato: véase la explosiva denuncia de haber presionado a la Justicia para no investigar a un constructor o la sombra del conflicto de intereses que sobrevuela sobre sus vacaciones a cuenta del erario en la isla privada de Aga Khan. Cuestiones que, aunque amenazan con acabar con su mayoría absoluta en las urnas, ha sorteado con más o menos pericia. Pero el último muro contra el que ha chocado no puede derribarlo porque él mismo ha ayudado levantarlo: Trudeau es víctima y rehén de la corrección política.

Así, ni su demostrada protección de las minorías, de los derechos de la mujer, del colectivo LGTBI, ni su solidaria política migratoria, ni siquiera su acérrima defensa del multiculturalismo parecen argumentos suficientes para impedir que lo tilden de racista por la publicación de dos imágenes y un vídeo de 20 hace años en el que aparece disfrazado con maquillaje negro en la cara. Damnificado por su propio discurso buenista, no ha hecho otra cosa que entonar el mea culpa públicamente: «No era adecuado. Lo siento». Cierto que la sensibilidad racial en Canadá no es la española, pues el blackface -pintarse el rostro para imitar la tez negra-, se considera una práctica perpetuadora del racismo. Sin embargo, no deja de resultar tan paradójico como grotesco que un líder político de su talla, con unos sólidos principios en materia de derechos humanos, responda con tal indolencia a acusaciones de dudosa credibilidad, que para más inri se basan en una fotografía tomada hace 20 años tras acudir caracterizado como Aladino a una fiesta de disfraces que tenía por tema Noches de Arabia o por un vídeo en el que aparece con una peluca y maquillaje negro para una actuación escolar.

La absurda situación es el resultado de vivir en la disparatada época de la híper corrección, en la que el futuro de una carrera profesional de valía demostrada se ve truncada por una anécdota del pasado mientras puede salir indemne de un delito cometido en el presente.

Fuente: Editorial – El Mundo