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«¡Quiero que entren en pánico!»: las ideas de Greta Thunberg para salvar al planeta

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Por Felipe Ojeda

En 2018, cuando inició una huelga estudiantil frente al Parlamento sueco, la entonces quinceañera Greta Thunberg prendió la mecha de un movimiento que se ha propagado por el mundo a la velocidad en que circulan las tragedias. Solo así devolvió a las primeras planas la lucha contra el cambio climático. «No quiero que sean optimistas», escribe en Cambiemos el mundo, el libro que condensa sus ideas: «Quiero que sientan el miedo que yo siento todos los días. Quiero que actúen como si nuestra casa estuviera ardiendo. Porque así es».

“¿Por qué debería estar estudiando por un futuro que pronto podría dejar de existir cuando nadie está haciendo absolutamente nada por salvarlo?”, se pregunta retórica la joven activista ambiental Greta Thunberg en su libro Cambiemos el mundo (Lumen, 2019).

“Cuando tu casa está ardiendo, no te sientas y te pones a hablar de lo bonita que quedará cuando la reconstruyas tras un incendio. Saldrás corriendo y te asegurarás de que todos estén fuera cuando llames a los bomberos. Para eso se necesita cierto nivel de pánico”, escribe en el texto de menos de ochenta páginas.

El libro —que la anuncia como una posible candidata al Premio Nobel de la Paz— recoge todos sus discursos pronunciados en sitios tan disímiles como la Marcha por el Clima en Estocolmo (8 de septiembre de 2018), en Bruselas (6 de octubre de 2018) y en Helsinki (20 de octubre de 2018), pero también en el Parliament Square, de Londres, desde una charla TedX o ante el secretario general de la ONU en Katowice y el Consejo Económico y social de la Unión Europea.

A pesar de que Cambiemos el mundo se tropieza con la repetición de frases hechas y discursos manidos —acaso la clave para instalar sus ideas fuerza— y una brevedad que hace sospechar del momento de su publicación —justo en su peak de popularidad global—, el fondo del libro es claro y rotundo: “Soy Greta Thunberg, tengo quince años y hablo en nombre de la justicia climática. Este es un grito de socorro. El cambio climático pronto será irreversible. Los políticos no van a reaccionar. Tal vez tú sí”.

Quién es Greta Thunberg

Cuando empezó sus clases en agosto del año pasado, Greta Thunberg, una adolescente de entonces 15 años decidió que era momento de cambiar.

Y que no habría vuelta atrás.

Se declaró en huelga estudiantil por el clima. “Algunas personas dicen que debería estar en el colegio”, escribe. “Otras que debería estudiar para ser climatóloga y así poder ‘resolver la crisis climática’”, añade. Lo cierto —concluye— es que esta crisis “ya está resuelta”.

Según Greta Thunberg, “ya tenemos los datos y las soluciones. Lo único que hay que hacer es despertar y cambiar”.

En Cambiemos el mundo cuenta que esa mutación comenzó en ella misma cuando fue diagnosticada de síndrome de Asperger, Trastorno Obsesivo Compulsivo y mutismo selectivo.

Dice que aprovechó ese comentario médico como un motor de su discurso contra el cambio climático: “Solo hablo cuando lo creo necesario. Este es uno de esos momentos”.

Sobre el final del libro, hay un momento en que Greta Thunberg recoge el guante de sus críticos, de quienes dicen que solo es una niña y de quienes la caricaturizan como un títere con un titiritero detrás. “A mucha gente le gusta hacer circular rumores sobre que hay alguien detrás de mí o sobre que me pagan o me utilizan para hacer lo que hago. Pero detrás de mí solo estoy yo misma”, puntualiza.

Y entonces se alarga con una especie de manifiesto de su causa: “Mis padres no podían estar más alejados del activismo climático antes de que yo les hiciera tomar conciencia de la situación. No formo parte de ninguna organización. A veces he apoyado y colaborado con varias ONGs que trabajan por el clima y el medio ambiente. Pero soy totalmente independiente y solo me represento a mí misma. Y hago lo que hago de forma totalmente gratuita. Y sí, escribo mis discursos. Pero como sé que lo que digo va a llegar a mucha gente, a menudo pido opinión. También cuento con la ayuda de científicos a la hora de explicar cuestiones más complicadas. Quiero que todo sea extremadamente preciso para no difundir información errónea o cosas que puedan malinterpretarse”.

Las ideas de Greta

“Si quemar combustibles fósiles era tan malo que amenazaba nuestra misma existencia, ¿por qué seguíamos como antes? ¿Por qué no había restricciones? ¿Por qué no los prohibían?”, se pregunta Greta Thunberg.

Luego sigue: “Esto no es blanco o negro. No hay grises cuando se trata de sobrevivir. O continuamos existiendo como civilización o no. Tenemos que cambiar”.

La gracia de la adolescente sueca, por así decirlo, es que además de ocupar el diagnóstico científico propone algunas medidas y remarca la urgencia del momento y desafío planetarios. “Es necesario que países como Suecia empiecen a reducir sus emisiones un 15 por ciento como mínimo cada año. Esto nos permitiría mantener el aumento de la temperatura por debajo de los 2°C”, dice.

En su diagnóstico, inferido gracias al trabajo de la comunidad científica, señala: “Tampoco se mencionan los gases de efecto invernadero que ya están atrapados en la atmósfera ni que la contaminación del aire está ocultando el calentamiento, así que cuando dejemos de quemar combustibles fósiles, el calentamiento ya habrá aumentado aún más, quizá incluso entre 0,5 y 1,1 °C”.

“Tampoco se habla apenas de que estamos inmersos en la sexta extinción masiva y que hasta doscientas especies se extinguen a diario”, advierte.

Según Greta Thunberg, “nunca se habla del principio de equidad o justicia climática, claramente expuesto en el Acuerdo de París, algo absolutamente necesario para que este funcione a escala mundial”.

“Eso significa que los países ricos tienen que reducir las emisiones a cero en un plazo de seis a doce años a la velocidad actual de las emisiones, y eso para que las personas que viven en los países más pobres puedan mejorar su nivel de vida construyendo algunas de las infraestructuras de las que nosotros ya disponemos, como carreteras, hospitales, instalaciones eléctricas, escuelas y agua potable”, añade.

“¿Por qué no estamos reduciendo las emisiones? ¿por qué siguen, de hecho, aumentando? La gente sigue haciendo lo mismo porque la inmensa mayoría no tiene idea de las implicaciones de nuestra vida diaria. Y no son conscientes de que urge un cambio. La mayoría de los representantes de los partidos ecologistas continúan viajando por el mundo en avión y consumiendo carne y lácteos. Hemos estado soltando discursos motivacionales y vendiendo ideas positivas durante treinta años. Y lo siento, pero no funciona”, aclara.

“Actualmente utilizamos cien millones de barriles de petróleo al día. No hay políticas para cambiar eso. No hay leyes para que ese petróleo se quede bajo tierra”.

Cita al climatólogo Johan Rockström para explicar que tenemos tres años “como mucho” para revertir el aumento de las emisiones de gas de efecto invernadero si queremos alcanzar los objetivos establecidos en el Acuerdo de París.

Y explica —con una mezcla de dramatismo y la fuerza de la desobediencia civil— que estamos a punto de sacrificar a nuestra civilización “por las oportunidades de ganar enormes cantidades de dinero para un reducido número de personas. Estamos a punto de sacrificar la biosfera para que los ricos de los países como el mío puedan vivir con lujos. Pero es el sufrimiento de muchos lo que costea los lujos de esos pocos”.

Entonces hace un llamado, tal vez el centro líquido de su libro:

“En Suecia vivimos como si tuviéramos los recursos de 4,2 planetas. Nuestra huella de carbono es una de las diez peores del mundo. Esto significa que anualmente Suecia roba 3,2 años de recursos naturales a las generaciones futuras. Los que formamos parte de estas generaciones futuras queremos que Suecia deje de hacerlo.

Ahora mismo.

Esto no es un texto político. Esta huelga estudiantil no tiene nada que ver con las políticas de partido.

Porque el clima y a la biosfera no les importan nuestras políticas ni nuestra palabrería hueca.

Solo les importa lo que en verdad hacemos.

Este es un grito de socorro.

Ahora no es el momento de hablar educadamente o fijarnos en lo que podemos o no podemos decir. Ahora es el momento de hablar con claridad.

Resolver la crisis climática es el mayor y más complejo desafío al que el Homo sapiens se ha tenido que enfrentar.

No obstante, la principal solución es tan simple que hasta un niño pequeño puede entenderla: tenemos que detener nuestras emisiones de gases de efecto invernadero.

O lo hacemos o no lo hacemos.

Ustedes dicen que en la vida nada es blanco o negro.

Pero es mentira. Una mentira muy peligrosa.

O impedimos un aumento de la temperatura de 1,5 °C o no lo impedimos.

O evitamos disparar esta reacción en cadena irreversible que ya escapa al control humano… o no lo evitamos.

O elegimos continuar como civilización o no lo elegimos.

Esto es incuestionablemente blanco o negro.

No hay grises cuando se trata de sobrevivir”.

Fuente: Culto La Tercera