Inicio Voces «Milo no te hace grande»

«Milo no te hace grande»

1246
0
Compartir

En Chile le hemos dado tribuna a una serie de Milos, como el periodista y bloguero inglés Milo Yiannopoulos, que insulta a musulmanes, a los gordos, a los transexuales y a los pueblos indígenas. Tanto él como sus versiones criollas son igual de dañinos para la convivencia política.

Desde el comienzo de los tiempos, los viejos han mandado a los jóvenes a morir en los campos de batalla. Y como hoy es más común que las batallas se den en los medios sociales y las columnas de opinión que en sus lugares tradicionales, se han reclutado jóvenes articulados para decir aquello que sus mayores no se atreven a decir. Sin embargo, el efecto para el debate público y la calidad de la democracia es similar al que tuvieron las guerras tradicionales. Es difícil mantener los estándares democráticos en medio de una guerra.

Milo Yiannopoulos fue uno de estos jóvenes, que vio la oportunidad de hacerse famoso y ganar algo de dinero transmitiendo, de forma dramática y exagerada, lo que otros no estaban dispuestos a decir. Comenzó como periodista de tecnología, pero sus comentarios y opiniones sexistas y racistas –y a favor de Donald Trump, a quien se refería como “Daddy”– lo convirtieron en columnista estrella de Breitbart News, sitio que ha sido criticado por darles espacio a grupos que hoy se hacen llamar la derecha alternativa, o alt-right. Insulta a musulmanes, a los gordos, a los transexuales, a los pueblos indígenas.

El mismo Milo, quien es conocido por su nombre –como Lula o Cher– ha reconocido que ni él cree la mitad de las cosas que dice. No importa. Le es útil a un sector político que también piensa que las mujeres de clase media representan la clase más privilegiada en la historia de la civilización, que los musulmanes se ubican en el ápice de la pirámide de la victimización, o que la izquierda es “el refugio de gente fea”.

Las declaraciones exageradas y las cuñas lograron que Milo consiguiera una oferta de 250 mil dólares para publicar un libro con la editorial Simon & Schuster, invitaciones a programas de televisión y, más recientemente, para hablar en la reunión anual de los conservadores norteamericanos, CPAC. Pero cuando salió a la luz que entre sus posturas extremas se encontraba la defensa a la pedofilia, las ofertas e invitaciones fueron retiradas. El racismo, sexismo y transfobia, eran aceptables mientras Yiannopoulos decía lo que otros pensaban pero no se atrevían a decir. Fue sólo luego de la filtración de un video donde, esencialmente, promovía un delito, que le quitaron el piso (y el contrato del libro).

En Chile le hemos dado tribuna a una serie de Milos. Una columnista de derecha que dice que los mapuches son malcriados por haber “sido objeto de tanto trato preferente”. Otro columnista cree que el mundo “está lleno de fetos inviables”… “Stephen Hawking era un feto inviable” (cosa que, cualquiera que haya visto la película La teoría del todo sabe que no es efectivo). Por el otro lado, tenemos a un columnista/precandidato presidencial que lleva siete años pronosticando el derrumbe del modelo chileno y otro que insiste que la calidad de la educación universitaria es irrelevante si es que el lucro persiste, puesto que ésta, la calidad, “no es un argumento para permitir establecimientos con fines de lucro”. Citando a Mill o a Marx, inspirados por Gramsci o Guzmán, ambos casos son igual de atávicos.

Tanto Milo como sus versiones criollas son igual de dañinos para la convivencia política. Las cuñas logran atraer atención y la retórica de la furia pareciera representar las frustraciones de muchos. Pero como observó recientemente Tony Blair, los seguidores del nuevo populismo se ven identificados por la rabia de sus líderes. Con la polarización del debate, cada cual escoge a qué lado desea apoyar. La política de la ira es la política de la tribu, de pertenecer y no pertenecer al mismo tiempo. Cuando uno se identifica con los que odian a los que uno odia, la convivencia política y social se hace casi imposible. Pasamos de cuestionar los consensos que limitaron nuestro pasado a imposibilitar aquéllos que construyen futuro. El futuro, así, no llegará nunca, tal como se dieron cuenta los jóvenes protagonistas de Les Miserables reunidos en una cantina después de la batalla:

“Aquí hablaron de la revolución
Aquí fue donde prendieron la llama
Aquí cantaron de mañana
Pero mañana nunca llegó.”

 

Robert Funk

Director Ejecutivo Centro de Estudios «Plural Chile»